jueves, 9 de septiembre de 2010

MUDANZA



Mudarme así,
y dejar huérfanos los recuerdos;
desolados, secos, amarillos
mirándome ir desde la ventana

En un día anochecido
llevando mariposas en las manos,
y los ojos honrándote en vigilia

Erguido el cuerpo en sutil melancolía
Las albas adorando mi cabello
y el alma henchida de dolores perpetuos

Mudarme en silencio
con esa ausencia de palabra
con la que uno suelta lo que más ama
porque no existen voces que retengan,
que ayuden a mejorar,
que borren,
que cambien,
que realmente nos hicieran empezar de nuevo.

¿Y para qué empezar de nuevo?
Si nuestras ofrendas nos deshonraron;
y después al perdonarnos
nos condenamos a ser incondicionalmente
los que somos y aceptarlo.

Lánguidamente mudarme
Para que nadie sepa cuanto dejo
y más aún para que ninguno sospeche el dolor de la renuncia,
para que quizás también yo
no distinga el ciclo pletórico de suspensos
que se arrodillarán junto a mi cada noche.

Sandra Vidal.D. R. ©

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