sábado, 3 de marzo de 2012

¿VOLAR O NO VOLAR?

Ese día me dije sabes lo que hay que hacer en definitiva: Abrirse al amor, dar una patada indagadora al panal de abejas del jardín que me obligue a echar distancia como Mariposa Monarca, volar para salvarme. Sí, en definitiva hay que hacerlo, pero antes habrá que solicitar amablemente, convencer y entrenar a mis pies amantes de la tierra de la experiencia “única” que es volar, para después irlos despegando poco a poco del suelo, a fin de que no sea tan doloroso para ellos. Lo sé, cualquiera diría ¿doloroso? Vaya singularidad de pies; si volar es la experiencia por mucho más sublime que un hombre/mujer puede experimentar ; sí, pero ya he dicho que mis pies aman la tierra y ¿qué hacer? Ese mismo día me pregunté si ya había volado antes, me quedé pensativa, ¡qué sorpresa! no sé si he volado antes, quizás he volado muy alto, mirado de cerca los astros, flotando en el viento como en un mar, o quizás sólo lo he soñado, fruto de tantas historias que te inclinan a soñar, probablemente volé por un tiempo y no me agradó, quizás me sentí prisionera del famoso viento y tras tocar la tierra me maravilló su estabilidad, tibieza y fertilidad, y así fui sin darme cuenta extendiendo esperanzas en ella, más cómo saberlo con certeza .

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