Me hastié de ti,
de tus miradas inconclusas,
de tus manos diminutas,
de las palabras que no acaban.
Me hastié de tanto ir y regresar,
de tratar de prevenir con este olfato roto
los olores de tu casa, de tu piel.
Esa noche en la iglesia me hastié de ti,
de tu cabello obscurecido,
de la corpulencia de tus dedos,
de tu lógica, de tus versos .
Me hastíe tanto de ti, y tan de inicio
que creo que lo nuestro sólo fue correspondencia:
tú salvarme, para yo salvarte
de esas aflicciones que nos reunían:
huesos rotos, erupciones de años, noches de velorio y desvelos.
¡Cuánto estuvimos en las dolencias y que poco en las dichas!
A veces me esfuerzo en recordar ¿Cómo es que nos encontramos?
Algo andabas buscando en mí, o fui yo quien encontré algo en ti;
Ya no recuerdo, pero pienso que algún día debimos haber
bebido la leche del alba como licor nocturno,
y entonces nos perdimos, ¿o fue muerte natural?
Sandra Vidal.D. R. ©
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