Junto al rugoso aroma del deseo,
esclavo mi cuerpo, exhaló el eterno.
Las piernas cruzadas desde antes mataban
descalzos amores que esconden los senos.
La piel lloraba, sudando reflejos,
dejando en llantos los mares, los credos.
La noche paría la queja nocturna,
del desmayo amante la pesada carne.
Junto al rugoso aroma del deseo,
esclavo mi cuerpo,
exclamó el secreto.
Sandra Vidal.D. R. ©
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